Me gusta la idea de poner por ejemplo situaciones que nos facilitan la comprensión de lo que sucede en la mente y el cuerpo de un perro cuando siente miedo y se paraliza. Situaciones reales que vivimos los humanos porque toda comprensión es evidente cuando lo vivimos en nuestra piel. Así que este post es diferente de todos los que he hecho. Aunque a mi modo de ver, es muy acertado para generar entendimiento y comprensión, que es uno de los objetivos principales por las que Ohana Educación Canina está en las redes sociales y existe este blog.
Después de un verano muy intenso y ni un solo fin de semana para disfrutar y desconectar del trabajo y no hablemos ya ni de unos días de vacaciones, por fin ese fin de semana me lo guardé para mí y para Utah.
Nada de contestar WhatsApp, ni de llamadas …carretera y manta. A disfrutar con los amigos y de actividades que no me tuvieran todo el día rodeada de perros (algo difícil cuando la mayoría de tus amigos tienen perro).
Llevaba en el cuerpo pocas horas de descanso, unas 4 cuando me dirigía hacia Andorra, descansé un par de horitas a mi llegada cambiando impresiones con los amigos y poniéndonos al día mientras esperábamos a que remitiera la lluvia (que no estaba pronosticada).
Cuando el tiempo nos dio tregua pudimos realizar una ruta de 14 km con un desnivel de 1200 m aprox. Para cenar unas pizzas y un par de sangrías que estaban divinas y nos dejaron con una bonita alegría en el cuerpo. Al terminar la noche yo ya sentía agujetas en las piernas y mucho cansancio, ya que mi cuerpo y mis pulmones no están acostumbrados a ese ejercicio a esa altura (2000 m) y con tanto desnivel.
¿Por qué os cuento esto?
Pues porque quiero que os pongáis en situación para entender un poco más lo que le sucedió a mi cuerpo y a mi mente al día siguiente al tener que gestionar una situación bastante estresante.
El domingo Utah se quedó en compañía perruna mientras los amigos y yo fuimos a realizar una vía ferrata.
Era mi primera vía después de desearlo durante muchos años y empecé el día con cansancio; pocas horas de descanso, una pequeña “borrachera” la noche anterior y mucho ejercicio a una altura poco habitual para mi, dejaron huella en mis piernas con unas buenas agujetas.
El ascenso inicial fue muy curioso porque a los 4 o 5 metros aprox del suelo, mi compañero, todo un instructor y experto en montaña, me dio unas Instrucciones muy básicas para saber cuáles eran mis sensaciones y gestionar el ascenso de una manera u otra.
Mi primera sorpresa fue que mi cerebro gestionaba seguridad al mirar hacia abajo a la derecha, pero la amígdala se disparaba cuando miraba hacia abajo a mi izquierda.
Josep me explicó que eso me sucedía porque mi celebro solo se ponía en alerta cuando detectaba una ligera diferencia de distancia entre un lado y el otro, así que solo había “que engañar al cerebro” bajando un escalón. Comprobamos que todo está correcto y continué subiendo algunos escalones hasta que me bloqueé.
En el proceso de darme instrucciones, llega un grupo de personas, así que decidimos bajar para dejarles subir.
Eso me ayuda a observar cómo suben ellos y cómo lo gestionan y me ofrece la posibilidad de volver a subir con algo más de soltura.
Después de algunos ejercicios que me ayudan a sentirme más segura, me engancho a la línea de seguridad y subo hasta una altura donde, sorprendentemente, me siento cómoda y segura.
La ascensión va muy bien por momentos, estoy contenta, es una actividad que quiero hacer y tengo la oportunidad de realizarla junto a dos amigos y compañeros de profesión, a quienes considero parte de una pequeña familia.

Pero de nuevo a unos cuantos metros del suelo, demasiados ya para bajarlos, me quedo bloqueada. Y a este punto quería llegar con toda esta narración.
Es importante que se entienda que, primero de todo, este bloqueo no es voluntario, en ningún momento decidí que no podía gestionar la ascensión. Llego en un punto de la pared donde ésta sobre sale un poco y no puedo ver dónde está el siguiente hierro y de nuevo mi amígdala dispara todas las alarmas.
Al dispararse la amígdala, el cuerpo se frena, no puedo moverme, ni hacia arriba ni hacia abajo, aunque quiero hacerlo.
La sensación de caída es real, aunque sé que estoy asegurada a la línea y no puedo matarme, sí que puedo hacerme mucho daño en el tramo de caída. En ese momento las manos se agarran con más fuerza al hierro de la vía, los músculos de los brazos se contraen, realizo mucha más fuerza para gestionar una situación donde es innecesaria y eso, a la vez complica la acción que necesito que realice mi cuerpo, ya que la tensión añade cansancio por el esfuerzo que estoy realizando.
Le comunico a Josep que estoy bloqueada y viene a mi rescate. Me sujeta a su cuerpo a través de una cuerda y me da instrucciones para subir. La adrenalina se dispara en mi cuerpo y eso me ayuda a dar el paso hacia arriba. Eso y la ayuda inestimable de Josep y los vítores de María que está unos cuantos metros debajo de mí.
Subimos hasta una zona donde puedo descansar brazos y piernas durante un par de minutos y cuando me he recuperado seguimos la ascensión y Josep se suelta de mí.
Todo va bien, empiezo a soltarme, me encuentro cómoda de nuevo y segura, aunque la altura es mucho mayor. Es divertido. Pasamos por trozos donde la montaña me permite agarrarme a ella y olvidarme de algún que otro hierro. Es genial mirar hacia abajo, ver Andorra más pequeña y sentirme a gusto. Seguimos la ascensión y al cabo de un rato pasamos un tramo donde la pared es totalmente recta y eso vuelve a disparar la amígdala de mi cerebro.
Vuelvo a bloquearme, esta vez, le pido ayuda a Josep muy rápido porque me flaquean las fuerzas en los brazos y me da la sensación que no aguantare mucho más hasta que Josep baje algunos peldaños. La tensión gestionada durante tanto rato y el cansancio generado el día anterior incrementan mi inestabilidad física y empiezo a gestionar los anclajes de manera errática (intento realizar el enganche un par de ocasiones para cada mosquetón porque la percepción de profundidad en mi cerebro no es la acertada). Cuando me engancha de nuevo, me cogen rampas en los dedos de la mano izquierda y tras unos ejercicios que me propone Josep, consigo destensar los músculos a la vez que se genera otra rampa en la mano derecha. Me lleva un par de minutos destensar manos y desbloquear mi cuerpo.
No dejo que mi mente me juegue malas pasadas, no dejo que mi imaginación me diga lo que me podría pasar y tengo otro chute de adrenalina justo cuando reinicio la ascensión.
Me quedé bloqueada tres veces en una ascensión de dos horas, que para nosotros fueron 3.
A las dos horas empecé a ser algo errática al cambiar los enganches de una sección de la línea a otra. Mi cuerpo se deshidrató mucho, cuando llegamos al final de la vía aún teníamos unos 20 min más de ascensión por montaña empinada, mi corazón se disparaba a muchas pulsaciones, más de 160 y eso hacía que cada tres o cinco pasos necesitara pararme para regular la respiración y el ritmo cardíaco. A penas podía hablar, mi boca y mi garganta estaban totalmente secos. Mi cuerpo a penas respondía y aún me quedaban dos horas de descenso sin agua.
Realicé una actividad que hacía años que quería hacer.
Mi corazón hizo frente a mi mente y superé los diferentes retos que me presentó la montaña porque era consciente que mi cuerpo sólo reaccionaba a lo que mi cerebro le transmitía. Esa conciencia del propio miedo y la voluntad de no dejarme llevar por él, fue lo que me diferencia a mí de lo que les sucede a los perros ante una situación que los bloquea.
Como educadora canina que trabaja en la línea amable, me duele mucho escuchar cosas como; “este perro es tonto, se asusta por una tontería, o se asusta por todo, no lo entiendo”. Me duele cuando oigo, “se mea dentro de casa cuando sabe que no tiene que hacerlo porque tiene la terraza si no se aguanta, o me pone a prueba o esta perra es rencorosa, no atiende a lo que le digo” … y dos mil barbaridades que expresan aquellas personas que no entienden que el perro no actúa con conocimiento cuando lo hace bajo las “órdenes de la amígdala”, que no hay control y por tanto hay descontrol.
El miedo bloquea, paraliza y no atiende a razones.
El miedo es instinto de supervivencia y si no bloquea solo te permite retroceder o avanzar. A los que retroceden decimos que son perros que gestionan con miedo, pánico y fobia, a los que avanzan decimos que gestionan con reactividad/agresividad. A los primeros no nos cuesta ver que no son dueños de sus actos mientras que a los segundos los vemos arrogantes y voluntariosos ante sus actos. Sin darnos cuenta que ninguno de todos ellos es capaz de gestionar con razonamiento ante una situación donde la amígdala envía señales de respuesta a su cuerpo.
En mi caso, yo tuve a Josep, alguien que trabajó en rescate de montaña, que sabe comunicar calma en un momento de mucho estrés y dar las instrucciones con una gran claridad y que me permitió atender en un momento donde el cuerpo se agarrota y la mente se nubla. Josep fue mi guía en la montaña, él me indicó en todo momento cómo afrontar una ascensión en una situación totalmente nueva para mí y me dio las herramientas necesarias para superar lo que se convirtió en todo un reto para mí.
Y tenía a María vitoreando desde abajo y luego desde arriba.
En el caso de los perros, sus guías, humanos, tutores, propietarios o dueños, expresarlo como queráis, deberían ser los “Josep” de sus perros y acompañarlos, ayudarles y ofrecerles las herramientas necesarias para que puedan realizar el crecimiento personal adecuado y equilibrado que les ayude a superar los miedos que sufren, sea cual sea la conducta que ejecuten.
Podéis imaginaros cuál hubiera sido el resultado si hubiera hecho esa ascensión sólo con María , quien no tiene los conocimientos necesarios de la montaña ni la gestión de personas que se bloquean ante una situación “peligrosa”. . . Podéis imaginaros la cantidad de personas que se bloquean ante situaciones como la mía, personas que se pierden en la montaña, se quedan “colgados en una pared”, o se desorientan y tienen que ser rescatadas por profesionales que saben muy bien lo que hacen. Y ahora imaginaros la cantidad de perros que tienen que hacer frente a sus miedos sin herramientas de gestión y sin nadie que tenga las herramientas para ayudarlos.
El miedo bloquea, el miedo toma control de nuestro cuerpo y descontrol de nuestra voluntad, el miedo no nos permite ver más allá y nos nubla la mente.
De igual modo que me sucedió a mí, el cuerpo del perro se agarrota, se tensa. Yo me quedé sin saliva y el perro puede babear en exceso, yo tuve rampas en las manos mientras que el cuerpo del perro puede liberar orina sin control, mi corazón se disparó a altas pulsaciones por minuto, al perro le sucede lo mismo, mis movimientos fueron erráticos con la tensión y el cansancio mientras el perro puede realizar movimientos sin control, involuntarios.
El miedo actúa igual en todos los animales, nosotros podemos razonar sobre ese miedo y tomar decisiones contradiciendo lo que la amígdala le diga a nuestro cuerpo, los perros no lo tienen tan fácil.
¿Y vosotros? ¿Habéis sufrido alguna situación de miedo que os ha paralizado? ¿Podéis compararlo a situaciones que gestionan muchos perros?

Gracias Josep y María, fue un fin de semana increíble, lleno de risas, buenos ratos y gran compañía. Un fin de semana de superación personal y de experiencias nuevas. Gracias Josep por tu paciencia, tu actitud y tu buen hacer, gracias María por tu apoyo y tu alegría .
Os quiero chicos!